domingo, 7 de noviembre de 2010

ASÍ LIMPIABAN, ASÍ, ASÍ, QUE 150 MILLONES DE PERSONAS LAS VIERON


- Muy bien Santidad, hay que ponerlas en su sitio, que luego leen eso de la liberación de la mujer y quien nos va llevar el servicio de limpieza, cocina y caridad. 

- Sí, yo no quiero prescindir de mis baños de pies, la manicura y los masajes gratis.

- Tranquilos muchachos, tranquilos que ya veréis que mensaje voy a dar ahora, la mujer a trabajar dentro de casa y fuera, sólo si tiene que dar de comer a esos hijos que  vienen a engrandecer nuestro negocio. Pero sólo a trabajar a mayor gloria del hombre y de la Iglesia, sin tiempo para pensar que si no se nos desmonta el chiringuito y estamos perdidos.


- ¡Fuera los rosarios de nuestros ovarios!
- Hermanas, que las van a oír
- ¡Harta estoy! Si en mi país no hubiera estado rodeada más que de miseria, sin derechos y sin oportunidad de educarme iba a estar yo aquí, qué era pobre, pero no tonta.
- En cuanto acabemos el cursillo por correspondencia de montar placas solares nos vamos a adorar a Ra y a este que le limpie el altar su puñetero hermano.
- ¡Ya no hay vocaciones!




La mujer que quería la dictadura y su fiel y represora Iglesia, portadora del virus del machismo, sigue siendo la mujer que desea la jerarquía eclesiástica. La esclava, la sierva del señor, del cura, del patrón, del marido, la reproductora, la enfermera, la cuidadora, la limpiadora, la cocinera, la sumisa y beatífica mujer dispuesta a complacer a toda hora a quien ejerce el control sobre ella, el hombre. Una mujer sin tiempo para cuestionarse que sigue siendo esclava y que todavía hay muchas cadenas que romper, la primera la que nos ata a su católico yugo.

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